Episodios

  • Examinando los daños 2 (Nehemías 2:11-20)
    Jun 10 2025

    La semana pasada comenzamos a considerar las realidades a las que se enfrentó Nehemías cuando comenzó a evaluar el daño en la ciudad de Jerusalén. Él ha hecho un largo viaje de regreso a casa y estoy seguro de que sus pensamientos estaban consumidos, por aquello que encontraría cuando llegara a Jerusalén. Debemos tener en cuenta que Nehemías nunca había visto Jerusalén. Habían pasado más de 150 años desde que los judíos fueron llevados como esclavos a Babilonia. Se dirige, entonces, a una tierra que nunca ha visto, enfrentándose a una tarea enorme de la que realmente no tiene detalles, y, sin embargo, está decidido a reconstruir la muralla de la ciudad y restaurar la devastación de Jerusalén.

    Seguramente estaríamos de acuerdo en que Nehemías no era el judío promedio. Ocupaba una posición de prominencia en Susa y muy probablemente podría haber estado allí con una vida relativamente sencilla y feliz. Sin embargo, Nehemías buscó servir al Señor y conocía la importancia de Jerusalén y la necesidad de que el pueblo de Dios habitara la tierra y adorara allí.

    Necesitamos santos como Nehemías en nuestros días. Es cierto que tenemos vidas muy diferentes a la que él vivió, pero necesitamos a aquellos que estén dispuestos a hacer los sacrificios necesarios por el bien de la iglesia y la gloria de Dios. Necesitamos a aquellos que dejarán a un lado la preferencia y ganancia personal para restaurar lo que se ha perdido en nuestra generación.

    Esta mañana quiero retomar lo que dejamos la semana pasada con respecto a los desafíos que Nehemías enfrentó al inspeccionar los daños. Repasemos rápidamente lo que meditamos la semana pasada. Nos ocupamos de la inspección de la ciudad (v. 11-16). Estos versículos revelan cómo Nehemías inspeccionó el estado de la ciudad, y considerar así la tarea que tenía por delante. Este ejercicio le permitió tener en cuenta varios procedimientos y realidades. Una inspección privada (v. 12a, 16). Una inspección motivada por Dios (v. 12). Una inspección cuidadosa o precisa (v. 13-15). ¿Qué más nos dice aquí la Palabra de Dios con respecto al examen que ha hecho Nehemías de los daños?

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    1 h y 3 m
  • Examinando los daños (Nehemías 2:11-20).
    May 26 2025

    ¿Se imaginan la emoción y la anticipación que Nehemías debió de sentir en este momento de su vida? Dios había depositado en su corazón una carga inmensa por las necesidades de Jerusalén. La ciudad estaba en ruinas, y ante él se alzaba una tarea monumental. Aunque ocupaba un lugar de prominencia en la corte, no tenía certeza de cómo reaccionaría el rey ante su petición. ¿Mostraría simpatía por la causa de Jerusalén y por el anhelo que consumía a Nehemías? ¿Estaría dispuesto a permitir que un siervo tan valioso y confiable abandonara el reino para embarcarse en una misión tan arriesgada?

    Muchas veces soñamos con oportunidades así; las anhelamos, las imaginamos… pero rara vez se concretan. Debemos recordar que Nehemías no buscaba un proyecto personal ni una aventura elegida por gusto. Seguía el llamado, la guía y el impulso del Señor. Fue Dios quien encendió su corazón con esa carga santa, y quien allanó el camino para su regreso a Jerusalén y el inicio de la reconstrucción de sus murallas devastadas.

    Nuestro texto nos sitúa ya en Jerusalén. Nehemías ha completado el largo y arduo viaje desde Susa, y está a punto de emprender la obra que Dios le ha encomendado. Solo el hecho de llegar hasta allí fue un reto formidable: muchos estudiosos coinciden en que el viaje debió tomar aproximadamente tres meses.

    Ahora que ha llegado, se dispone a inspeccionar la ciudad, a percibir con sus propios ojos la magnitud del desastre y a trazar un plan estratégico para la reconstrucción.

    Al acercarnos al texto de hoy, queremos detenernos en los desafíos que Nehemías enfrentó al disponerse a: Inspeccionar el daño. Y en primer lugar, debemos tener presente lo siguiente:

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    55 m
  • La trieza de Nehemías (Nehemías 2:1-10)
    May 12 2025

    El primer capítulo nos abrió la escena con Nehemías, recibiendo desde lejos las tristes nuevas de Jerusalén. Aunque la distancia lo separaba de los muros derribados y las puertas quemadas, su corazón ardía con un fuego santo. No pudo mirar hacia otro lado. La herida de su pueblo se convirtió en su herida, y esa carga lo llevó de rodillas, a derramar ante Dios una oración humilde, quebrantada y sincera.

    En el texto en que meditamos hoy, el tiempo ha pasado, pero no así la carga. Aquellas noticias no se esfumaron con los días; al contrario, se afianzaron en el alma de Nehemías como un llamado divino. Su compasión se ha vuelto determinación. Su oración, lejos de perderse en el viento, ha sido escuchada por el Dios que ve en lo secreto. Y ahora, ese mismo Dios está por abrirle el camino: una puerta se entreabre en el palacio, y con ella, la posibilidad de volver a Jerusalén y levantar lo caído, restaurar lo arruinado, cumplir el propósito que el Señor ha sembrado en su corazón.

    Las murallas de la gran ciudad yacían en ruinas desde hacía unos ciento cincuenta años. Piedra sobre piedra, la historia se había desmoronado, pero el pacto de Dios con su pueblo jamás había sido olvidado. El reloj del cielo marcaba ahora la hora de la restauración. El tiempo de reedificar había llegado, y Dios ya tenía a su hombre. Nehemías estaba a punto de recibir el encargo divino que le daría autoridad, dirección y propósito para emprender la inmensa tarea de levantar nuevamente los muros caídos.

    Y al contemplar la angustiosa situación del pueblo de Dios en aquellos días, y la carga ardiente que pesaba sobre el corazón de Nehemías, no podemos evitar ver un reflejo de nuestro propio tiempo. Hoy, no son los muros de piedra los que claman por ser restaurados, sino los muros invisibles y sagrados del espíritu. Los cimientos morales y espirituales de nuestra tierra están en ruinas, y parece que son pocos los que sienten la urgencia de reconstruirlos. Pero no nos engañemos: esto no agrada al Señor. Él sigue buscando hombres y mujeres que se levanten en medio de la ruina, que escuchen el clamor del cielo, y acepten el llamado a restaurar lo que ha sido quebrantado.

    ¿Quién dirá “aquí estoy”? ¿Quién pondrá manos al arado y corazón al propósito? ¿Quién se atreverá a edificar, confiando en el Dios que aún llama, aún envía, y aún reconstruye? Este pensamiento concuerda con lo que el profeta dijo: “Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar” (Isaías 58:12).

    Meditemos, entonces, en el pasaje que hoy hemos leído. Consideremos las lecciones espirituales y prácticas que serán de mucha bendición para nuestras vidas. Meditemos en la “tristeza de Nehemías”.

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    1 h y 7 m
  • Cuando abandonamos el muro (Nehemías 6:1-4)
    Apr 28 2025

    Cuando abrimos el libro de Nehemías y nos sumergimos en su historia, no solo encontramos un relato antiguo sobre reconstrucción de muros, sino un testimonio vivo de lo que significa estar comprometido con la obra de Dios frente a la oposición constante.

    Nehemías no era un constructor profesional ni un líder militar. Era un copero del rey, un hombre con una vida cómoda en la corte de Persia. Sin embargo, cuando supo que los muros de Jerusalén estaban en ruinas y que su pueblo vivía en desgracia, su corazón se quebrantó. No podía quedarse de brazos cruzados. Fue entonces cuando Dios lo llamó, no solo a observar, sino a actuar. Y Nehemías respondió al llamado de Dios.

    No obstante, desde el mismo momento en que puso un pie en Jerusalén, comenzaron los ataques. Sambalat, Tobías y otros enemigos hicieron todo lo posible por detener la obra. Burla, intimidación, amenazas, incluso planes de asesinato, nada parecía estar fuera de sus tácticas. Y, sin embargo, Nehemías no se detuvo. No dejó el muro. No se bajó. Su enfoque y su fidelidad fueron su escudo.

    Este hombre, que bien pudo haberse rendido o desviado por la presión, decidió que la obra de Dios valía más que su comodidad, su reputación o incluso su vida. Y es allí donde vemos el retrato de un verdadero siervo de Dios: alguien que, a pesar de la oposición, sigue construyendo.

    Pero, ¿qué sucede cuando nosotros, los que hoy somos llamados a servir, decidimos abandonar el muro? ¿Qué ocurre cuando dejamos de hacer lo que Dios nos ha encomendado? Este alejamiento comienza con lo más sutil: una distracción, una queja, una duda, una necesidad o un miedo. Sea cual sea la razón por la cual usted se ha alejado del muro, hoy quiero que pensemos y meditemos juntos, sobre lo que sucede cuando abandonamos el muro.

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    51 m
  • Cuando construimos el muro (Nehemías 1:1-23)
    Apr 14 2025

    El pueblo estaba reconstruyendo las murallas de la ciudad de Jerusalén. Esto fue una tarea difícil y agotadora para los involucrados, pero era necesaria para estar a salvo de los ataques de sus enemigos y para adorar a Dios como la ley les mandaba. Mientras trabajaban para construir las murallas, enfrentaron una oposición constante. Se cansaron y se desanimaron, pero nunca detuvieron su trabajo. Finalmente, completaron la tarea y vencieron a sus atacantes.

    En cierto sentido, esta mañana, usted y yo también somos constructores de muros. Construimos muros entre el mundo y las cosas de Dios. Construimos muros que separan nuestras vidas de la impiedad que nos rodea por todas partes. Construimos muros diseñados para proteger a las personas y las cosas que amamos de los ataques y la destrucción externas.

    Siendo esto cierto, ¿estaría de acuerdo en que a veces también tendemos a desanimarnos? A veces nos cansamos en la lucha por construir y ser todo lo que Dios quiere que seamos. Creo que este pasaje contiene algunas verdades que pueden ayudarnos a mantenernos fuertes, fieles y activos en la lucha por construir los muros necesarios de la vida. Este pasaje enseña tres principios fundamentales que son una verdad bíblica que todo constructor de muros debe conocer.

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    1 h
  • Necesitamos santos con visión (Nehemías 1:1-11)
    Mar 30 2025

    El pueblo de Judá y la ciudad de Jerusalén se encontraban en una situación terrible. Más de 150 años antes, Nabucodonosor y los ejércitos de Babilonia habían invadido Israel y se habían llevado a muchos de ellos como esclavos. Los judíos necesitaban desesperadamente a alguien con la visión necesaria para restaurar Jerusalén e Israel a su antigua gloria. Necesitaban a alguien diferente. Necesitaban a alguien que hubiera sido cautivado por Dios y que su Espíritu lo hubiera encendido. Necesitaban a una persona con visión si querían ver un cambio en su situación. Afortunadamente, ¡Dios tenía a un hombre así! Su nombre era Nehemías y Dios lo estaba preparando como instrumento para ser usado de manera grandiosa en la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén y para la restauración de la nación de Israel.

    Puede que usted y yo estemos a miles de años de la época de Nehemías, pero también vivimos en medio de naciones que necesitan desesperadamente personas con visión. Vivimos en una época en la que los muros de la moralidad y la virtud en la sociedad han sido derribados y las puertas de la decencia están en llamas. Es evidente para todos que la iglesia de nuestros días es solo una sombra de lo que fue. Los muros que separaban a la iglesia del mundo han sido derribados. Las puertas de la gloria que identificaban a la iglesia como la casa de Dios han sido quemadas por las llamas del pecado y manchadas por la plaga de la apatía.

    ¡Necesitamos santos con visión! Lo maravilloso del asunto, es que ¡podemos convertirnos en santos con visión! ¡Podemos convertirnos en las personas que Dios usa para su gloria en estos días para marcar la diferencia por amor a su nombre! Al analizar estos versículos esta mañana, se presentan tres hechos sencillos que nos enseñan cómo convertirnos en santos con visión. Analicemos estos hechos mientras estoy sobre la necesidad de santos con visión.

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    55 m
  • Los jóvenes gritaban mientras los ancianos lloraban (Esdras 3:10-13)
    Mar 18 2025

    Debido a la negativa de Israel a abandonar sus ídolos y adorar al único Dios verdadero, fueron castigados por el Señor y fueron llevados al cautiverio por los babilonios. Este cautiverio había de durar 70 años (cf. Jeremías 25:11-12). Este período de 70 años comenzó en el año 605 a. C., cuando el rey babilonio Nabucodonosor invadió y subyugó a Israel. Más tarde, en el año 586 a. C., después de que Israel se rebeló contra él, Nabucodonosor destruyó completamente Jerusalén, el templo y todo el mobiliario del templo. También se llevó todos los tesoros del templo en ese momento. Durante los siguientes 70 años, Israel vivió en cautiverio, sin un templo y sin las fiestas, sacrificios y rituales prescritos por la Ley. Ciro, el persa, derrocó a los babilonios en el año 539 a. C. y en el 538 a. C. dio permiso para que los judíos regresaran a su tierra natal. Casi 50.000 judíos abandonaron Babilonia y regresaron a Palestina. Tres años más tarde, en el año 535 a. C., pusieron los cimientos de un nuevo templo, poniendo así fin a los 70 años de su cautiverio.

    Nuestro texto registra para nosotros la colocación de los cimientos de este nuevo templo. Para muchos de los judíos presentes ese día, fue un momento de gran alegría. La Biblia dice que gritaron de alegría (v. 12). Pero, otros que estaban allí ese día no podían gritar sobre lo que estaban viendo. En cambio, dice la Biblia, “lloraban en alta voz” (v. 12). ¿Por qué es que un grupo está tan emocionado y está alabando al Señor, mientras que el otro grupo está triste y llorando? Creo que la Biblia tiene la respuesta a esa pregunta. También creo que al responder a esa pregunta, también descubriremos algunas verdades muy valiosas para nosotros. Hoy, mientras el Señor nos concede libertad, quiero predicar este sermón que lleva por título: “Los jóvenes gritaban mientras los ancianos lloraban”. Dios tiene algo aquí para nosotros, si estamos dispuestos a recibirlo.

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    53 m
  • Y nosotros callamos (2 Reyes 7:1-11)
    Feb 18 2025

    Este pasaje se desarrolla en el contexto de una situación desesperada. La ciudad de Samaria estaba rodeada por el ejército sirio. La gente dentro de los muros de la ciudad estaba literalmente muriendo de hambre. Observe las condiciones del día en 2 Reyes 6:25-29. Entonces, un día, un mensaje de esperanza llegó de una fuente muy inesperada. Cuatro mensajeros extraños trajeron un mensaje extraño a la puerta de la ciudad que cambió todo para aquellos atrapados dentro de la ciudad.

    Este mensaje era un mensaje de vida y esperanza, pero ¡era un mensaje que casi nunca se decía! Veamos los detalles de este mensaje y de los hombres que lo transmitieron y pensemos durante unos minutos en el tema: “Y nosotros callamos”.

    Este pasaje tiene mucho que decirnos a usted y a mí esta noche. Verás, también tenemos un mensaje de esperanza y vida que necesita ser compartido con un mundo que está atrapado en el pecado y la oscuridad. Ellos no tienen esperanza, y nosotros nos quedamos callados. Ellos no tienen salida, y nosotros nos quedamos callados. Mi oración es que veamos que los días de sentarnos en silencio mientras el mundo perece han terminado para siempre. Ruego que veamos que necesitamos compartir el mensaje que se nos ha dado. Observemos los detalles de este texto y veamos lo que tiene que decirnos esta noche.

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    56 m
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