A veces se me cuela un poco de vida en el cine. Y es que, mal que nos pese, la gran pantalla (y la pequeña también) es muchas veces un medio para validar y perpetuar ciertas conductas y, si luego nos las encontramos en la vida real, incluso reconociéndolas como malas, no somos capaces de actuar al respecto.

Las frases memorables de películas que repasamos el otro día lo son porque suenan bien, tienen gancho, son icónicas, emblemáticas, las recordamos décadas y décadas después y somos capaces de asociarlas a una película sin ningún género de duda. Frases como el “Siempre nos quedará París” de Casablanca o el “Volveré” de Terminator.

Pero, amigos míos, cuando nos vamos al cine de animación subimos claramente de nivel.

Y es que si en el cine de acción real se busca el gancho, en el cine de animación se busca la lección de vida.

La historia del cine está plagada de frases absolutamente memorables. Existen multitud de listas que reúnen las mejores, pero ¿qué es una "buena" frase en el mundo del cine? No es necesariamente la que tenga más fondo o nos cambie la vida, sino esa que se recuerda como un eslogan y que se asocia automáticamente al título donde la vimos. Por eso no se habla de buenas frases, sino de frases memorables.