Alex y Priscila se conocieron un verano de color verde y de canciones de los 90, cuando solo tenían ocho y cinco años, él llegó de Londres y se mudó a la casa de enfrente. Alex y Priscila se dieron su primer beso dos veranos más tarde, flotando en esas aguas que eran parte de su historia. Alex y Priscila se besaron de verdad cinco veranos después en un juego de la botella y con la noche de San Juan como telón de fondo. Alex y Priscila vivieron juntos muchísimas aventuras más. Para ella, Alex era el vecino que le enseñó a contar números y a poner colores a los veranos.

¿Cuántos minutos contiene una existencia? Tantos como pulsos en su melodía. Los minutos marcan nuestra vida. En un minuto cambiamos de estación: primavera, verano, otoño, invierno. En un minuto nos hacemos mayores de edad. En un minuto terminamos de leer ese audiolibro que nos marcará para siempre. En un minuto vemos asomar el sol por el horizonte. En un minuto corremos hacia la orilla del mar y nos zambullimos en el agua. En un minuto nos convertimos en padres, hermanos, primos, abuelos.

Adam Wallace es abogado. No le gustan los químicos. Ariadna Cabana es química. No le gustan los abogados. Ella tiene cuatro hermanos y unos padres con los que mantiene una gran relación. Él... sobrevive, pero arrastra los fantasmas de aquello que sucedió tantos años atrás. Adam y Ariadna se encuentran. Ella no ve que él tiene el pelo ondulado y alborotado, unos ojos marrones muy expresivos y una bonita sonrisa; solo ve una diana para su desahogo. Él no entiende una palabra de lo que ella dice; solo ve a una española rubia con demasiado carácter.

Mauro tiene veinticinco años y acaba de llegar a Madrid dispuesto a dejar de ser virgen y a experimentarlo TODO. Iker mide uno noventa, huele de maravilla y, aunque solo busca rollos de una noche con los chicos más guapos de la discoteca, no puede evitar tropezarse con el amor. Andrés trabaja en una editorial, es un romántico empedernido y se sabe todas las canciones de Taylor Swift.

Para Jenna Brown, su primer año en la Universidad suponía alejarse de su familia y sus amigos y enfrentarse al mundo por primera vez en su vida. Su novio le había dejado claras sus intenciones: a partir de ese momento, tenían una relación a distancia y abierta. Ambos podían hacer lo que quisieran porque sabían que se querían el uno al otro. Así que no pasaba nada si no dejaba de acercarse al mejor amigo del novio de su compañera de habitación, ¿no? Todo volvería a la normalidad en diciembre. ¿Cambiaría algo? Tenía hasta entonces para descubrirlo.

Lowen Ashleigh is a struggling writer on the brink of financial ruin when she accepts the job offer of a lifetime. Jeremy Crawford, husband of best-selling author Verity Crawford, has hired Lowen to complete the remaining books in a successful series his injured wife is unable to finish. Lowen arrives at the Crawford home, ready to sort through years of Verity's notes and outlines, hoping to find enough material to get her started. What Lowen doesn't expect to uncover in the chaotic office is an unfinished autobiography Verity never intended for anyone to read.

Ryder, Garrett, Kenzo, and Diesel - The Vipers. Their deals are as sordid as their business, and their reputation is enough to bring a grown man to his knees, forcing him to beg for mercy. They are not people you mess with, yet my dad did. The old man ran up a debt with them and then sold me to cover his losses. Yes, sold me. They own me now. I’m theirs in every sense of the word. But I’ve never been meek and compliant.

Beckett: If you’re reading this, well, you know the last-letter drill. You made it. I didn’t. Get off the guilt train, because I know if there was any chance you could have saved me, you would have. I need one thing from you: get out of the army and get to Telluride. My little sister Ella’s raising the twins alone. She’s too independent and won’t accept help easily, but she has lost our grandmother, our parents, and now me. It’s too much for anyone to endure. And here’s the kicker: there’s something else you don’t know that’s tearing her family apart.

We're not free to give into this. She's 19, and I'm 38. And I'm her boyfriend's father. Unfortunately, they both just moved into my house.

Eight years ago I fell into a secret summer fling with my best friend’s little sister before our lives went in different directions. Now, I’m the grumpy to Juliet’s sunshine on a popular dating podcast we host, and when a wealthy fan gives us a charming coastal cottage as the biggest thank you ever, we head to the town where I grew up to give it a makeover. And find the house has only one bed. Located under a mirrored ceiling.