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Arrate incursiona en un mundo que ignoraba que existía. Él, amante de retos absurdos, ignoraba que algunos fuesen aún más lejos, y jugasen con su vida. Pero descubre que los hay, y se arriesgan en retos absurdos, peligrosos, y sin otra remuneración que el aplauso de otros como ellos.

A Ricardo Arrate le llega una señora, con una terrible sospecha: le preocupa que su esposo sea un asesino. El orate toma el caso, porque le parece interesante. Va encontrando que, en torno al hombre, hay muerte. Como el caballo de Atila: donde pisaba, no crecía la hierba.

Hay una serie de asesinatos en el club de golf Alabama, de San Pedro. Por ello, contratan a Ricardo, para que dé con el perpetrador.

Una escort (call girl o chica de compañía) es asesinada, después o durante una fiesta privada. La policía acude al lugar en donde la hallan, y, cuando van a seguir la investigación, la suspende la cúpula de la administración. Gustavo le dice a Ricardo que ellos no pueden investigar su muerte; porque, “desde arriba”, les han dicho que cierren el caso. La razón es que hay que atender otros más importantes.

Un demente quiere librar al mundo de pecadoras. Tal amenaza parece provenir de un religioso. El olfato de Ricardo le conduce a las iglesias cercanas. No hay pistas, huellas o rastros, por lo que el caso se presenta muy complicado.

El asesinato sucede cuando menos lo esperas. Si es el tuyo, el momento es mucho más inoportuno. Seguramente tenías asuntos pendientes. Olvídalos, porque ya no puedes hacer nada. Esta novela pretende ser clásica, de las que tienen incluso un mayordomo. Si se logra o no, es algo que debe decidir el lector.

A Ricardo lo requieren para resolver un asesinato. No resulta nada raro que maten a alguien, en este mundo de locos. Pero sí que la víctima se crea vampiro, y el homicida: uno de los iluminados que limpian el mundo de maldad, por mandato divino. Los vampiros, o los que así se creen, asisten a un club muy especial. Arrate se quedará asombrado, ya que es mucho más extraño que otros sitios que ha conocido. Piensa que vive dentro de una película de Drácula.

A Arrate no le gustaba matar personas, pero tampoco que asesinasen a sus amigos. Así que, cuando los mafiosos de San Pedro ajusticiaron a una “relación”, montó en cólera y les declaró la guerra. Apenas conocía a la mulata, porque estuvo con ella solamente una noche, pero le dolió mucho su muerte. Era buena mujer, simpática, y su única culpa fue ser afectuosa con el detective.La familia Figueras no sabía lo que significaba enojar a Ricardo. Pero… lo iban a descubrir. El detective no actuaría dentro de la ley, ya que, en la ciudad, el hampa marcaba sus normas, y la policía ...

Ricardo se sumerge en uno de los peores barrios de Villegas, su ciudad natal. Debe investigar qué pretende Torrado, un hampón, al poner una tienda de electrónica. Y, como siempre sucede, consigue saberlo con sus métodos nada ortodoxos. Además, encuentra mujeres aunque no las haya. Si es necesario, él las fabrica.

Un caso le llega, a Arrate, por un conducto nada habitual, además de inesperado. Un suicido puede resultar asesinato. Se interesa en el asunto, aunque nadie lo contrata. Ser entrometido es algo muy de sus genes, los defectuosos, de segunda mano.

Una prostituta es asesinada en una de las callejuelas del Tornillo. Ricardo augura que se trata de un imitador del famoso Jack el Destripador. Luego, hay otras muertes, con el mismo sello. Ya no hay duda de que un demente quiere emular al inglés. Quizá también pretenda que jamás lo atrapen.

Como ya es norma, a Ricardo le encargan un extraño caso. Por una vez, le envían a un pueblo veraniego, pero en invierno. Aunque es como un desierto con casas elegantes, pero cerradas; Arrate logra darle alegría a su cuerpo, y, de paso, a toda la población. Si bien el sicalíptico no cesa de andar tras mujeres, tiene tiempo para dedicárselo al caso que le han encomendado.

Unos diputados quieren que se promulgue una ley, por la cual, los particulares no puedan ejercer de detectives privados. Deben ser empleados de alguna agencia. Dan varias razones, pero la cardinal es que unos parientes de ellos trabajan para las agencias. Arrate se embarca en una investigación de cada uno de los que promueven tal ley. Descubre un mundo lleno de porquería.

Un hampón tiene un libro, o agenda, en la que anota los sobornos a funcionarios, políticos y policías. Muere de un ataque al corazón, inesperadamente. Entonces, algunos, de los que aparecen en las páginas, se ponen muy nerviosos. La esposa debería tener la libreta, pero no es así, aunque nadie le cree. La viuda contrata a Ricardo, para que encuentre el libro. El libro no mata, ni tampoco ajustician a los que se hallan en sus páginas. Asesinan a los que “pudieran” haber tenido contacto con él.

Dos mujeres, que se aburren en una isla solitaria, frente a un pequeño pueblo, perdido en una costa de ensueño, dan pábulo a esta historia. La infidelidad de una de ellas: es imperiosa, dictamen de su situación. La segunda representa el papel de amiga, consejera y confidente, a la vez que acicate para un asesinato obligatorio. Los demás personajes giran alrededor de ellas, como marionetas que ambas manejan a su capricho. Un hombre sobra, aunque ya es ausente de oficio. Lo demás se encuentra en las páginas siguientes.

No son inexplicables los asesinatos, pero sí los motivos, y, sobre todo, los perpetradores. Nadie puede imaginar que esas buenas personas asesinen a alguien. Pero hay una razón, y Arrate debe averiguarla.

Alguien mata a quienes considera pecadores. Se constituye en algo así como La Mano de Dios. Para que se sepa cuáles son sus pecados, deja, sobre su cuerpo, prendida con un extraño alfiler, una hoja de la Biblia. En ella se lee el pecado de la víctima.

A Guadalupe le dan una segunda oportunidad. Fue asesinada apenas casada, por lo que no tuvo noche de bodas, ni luna de miel. Por ello, obtiene el regreso al mundo de los vivos, para realizar su obsesión: dejar de ser virgen. Si lo logra o no, se ve en la narración. Y hay que leerla para enterarse.

Cuando asesinaron, por la espalda, a Wild Bill Hickok, estaba jugando póker en el saloon Nuttal & Mann de Deadwood. Tenía cuatro cartas, porque había desechado la quinta. Su mano era: dos pares de ases y ochos, tréboles y picas, que tras su muerte fue llamada La Mano del Hombre Muerto. La primera Mano Mortal, de esta novela, es: tres sietes y dos reinas, un full house (un trío y un par). También fue asesinado, aunque no en la mesa.

Ricardo llevará el caso de la desaparición del hijo de Arturo Del Riscal. Éste, antiguo alcalde de Cereceda, fue detenido, más bien secuestrado, por Arrate, en aquella población, en donde el detective estuvo investigando otra desaparición: la de unos federales. Del Riscal le contrata para llevar este asunto, olvidando, o así dice, lo que sucedió entre ellos. Esto fue mucho más que su aprehensión y entrega a la policía. El detective tuvo bastante que ver con su esposa y su amante.