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Cuatro escritores de misterio, de detectives o thrillers, se reúnen en una casona en el campo. Eso se debe, a que no encuentran, en el país, un castillo escocés o inglés. La reunión suele ser anual, y, en ella, normalmente, alguno presenta su última obra, aún sin publicar. En esta ocasión, ellos protagonizan una novela. Uno de ellos, jamás conocerá el desenlace, aunque será protagonista.

En este caso, Arrate se enfrenta a “limpiadores”. Ellos se hacen cargo de los muertos, normalmente asesinados. Cuando se van, dejan todo bien limpio, sin huellas ni pistas. Obviamente, cobran muy caro, pero son sumamente efectivos. Los occisos desaparecen, se volatilizan.

A Ricardo le piden investigar un asesinato que se hace pasar por muerte natural, un paro cardiaco. A él le encantan los casos extraños, llenos de mentiras.

Tres hermanos holgazanes arruinaban la granja de sus padres. No trabajaban, y comían todo lo que había a su alrededor. Cada año les iba peor, y los dos ancianos no veían una solución. Cuando ya casi no les quedaba nada, el padre decidió que se convirtiesen en soldados del rey. Sus sueldos podrían ayudar a la familia, pero ninguno pensaba en eso, sino en su beneficio. Lo único positivo sería que ya no se comerían todo lo que había en la granja. El padre le ordenó al mayor ir el primero. Si no regresaba a buscar a sus hermanos, saldrían también los otros dos. Se fueron, uno a ...

El sádico asesinato de una pareja de jovencitos inicia una investigación policiaca. Dos policías la llevan a cabo, uno tras otro, pero desaparecen. Ante la posibilidad de que le suceda a un tercero, el director de policía federal de Villegas, Aurelio Gudiño, recurre a su amigo Ricardo, con la seguridad de que él no se esfuma. -El mundo no tendría tal suerte- bromeó el policía. Arrate llega de incógnito, como empleado del Ministerio de Obras Públicas, para estudiar el proyecto de un puente y un trozo de autopista. Pero Ricardo es menos sutil que un elefante en una vidriería, así...

A Ricardo lo contrata un juez, para que solucione un caso, en el que él fue sobornado. El detective procederá a su modo, con la típica violencia. Al de poco, lo considera suyo, un ataque a su persona.

Cooper era un mujeriego, pero al estilo más extraño. No le gustaban los ligues ocasionales, sino relaciones serias. Eso estaba bien, pero él mantenía tales relaciones con cuatro mujeres, que se consideraban sus esposas. Quizá por eso, lo mataron entre las cuatro.

Un demente, que desea notoriedad, se anuncia como un asesino serial. Desea tener una firma, además de un sonoro nombre. Elije “El asesino de los fósforos”, y se enfocará en las mujeres fumadoras. Mata a algunas.

Una mujer es asesinada en un apartamento de “solteros”. Es la esposa de un diputado, que se hallaba en el Congreso. ¿Quién fue y por qué? ¿Qué hacía allí? ¿Quién la invitó? Ricardo se encarga del caso.

Un actor fracasado se ha vuelto loco. El tipo quiso ser famoso, pero no lo logró. Le fue mal, y no llegó a algo más que trabajar de extra. Ahora que tiene dinero, se venga en los que sí alcanzaron la fama.

Un asesino ejecuta a gente no muy limpia. Tal vez no delincuentes, en el concepto oficial, aunque sí en el de la sociedad. Ricardo no parece muy dispuesto a atraparlo, ya que, en su opinión, las víctimas estaban mucho mejor muertas. Pero le ofrecen una recompensa, y, además, “sus hijos”, quieren que tome el caso. Por lo tanto, Arrate se pone a investigar.

Alguien mata atletas. En principio, eso no se entiende. Pero, según Ricardo se va adentrando en ese mundo, encuentra sentido a lo que sucede.

Si el lector ha vivido en uno de estos viejos edificios, comprobará que, aunque la trama es ficticia, los personajes no están alejados de la realidad. ¿Conoce usted a alguno de ellos?

Alguien asesina a mujeres de edad avanzada. Si bien los asesinatos no son nada extraños, independiente de la edad, lo raro estriba que el asesino les pinta el rostro, de manera que parezcan hombres. Esta acción, que significa burla, llama la atención a los medios, y aterra a las ancianas. Pero no a todas, si algunas siguen sin cuidarse.

La Hermandad es una organización seudo-religiosa, y no tan secreta, que controla mucho del poder del país. Arrate recibe el encargo de enterarse de lo que trama, y si representa un peligro. El caso se lo da el gobernador, su antiguo enemigo, o, al menos, muy poco amigo. Arrate, el osado investigador intentará descubrir lo que sea, sin considerar que se puede meter en un buen embrollo.

El tan típico platillo vasco, bacalao al pil-pil, se cocina muy lentamente. El éxito deriva de la paciencia del cocinero. Debe tomarse su tiempo, para que salga a su punto. Así mismo ocurre con la venganza. Para que sea satisfactoria, no puede ser apresurada. La calma es la clave de una buena revancha. Por eso, en este caso, el homicida se tomó su tiempo, y cocinó su desquite pausadamente, al pil-pil. Los personajes de la trama son ficticios, si bien ha habido quien ha servido de inspiración para su creación. El insólito asunto amoroso; que se desarrolla en la novela; no es producto...

¿Qué no idearán los gringos? Cualquier bobada. Y, de inmediato, los demás a copiarlas. Evidentemente, a cada cosa extraña que se inventa, le corresponden cierto número de bobos. Ningún timo funciona, si no hay unos estúpidos que piquen. Ya dice el refrán: El que en malos pasos anda, zapatos tuerce. Y luego se quejan, por no haber cavilado cuando debían. Recordemos la coplilla: Doña Lola, Doña, Lola, si va usted juntito al mar, tenga cuidado con una ola, porque se lo puede mojar.

Un buen día, en San Pedro, asesinan a alguien apellidado López. Al de unos días, matan a un hombre del mismo apellido. Y así, hasta tres. La policía no se entera de nada, porque no hay mucha relación entre unos y otros, a no ser la coincidencia de apellido. Gustavo Bárcena, teniente de policía, Departamento de Homicidios, recurre a su amigo Ricardo, para que les eche una mano. Alega que no tiene tiempo, ni gente, para ocuparse de estos casos. Están muy ocupados con el día a día, que, los fines de semana, parecen mes a mes, por el número de homicidios. Dos familias ofrecen ...

Ricardo se dedica a resolver un caso de secuestro, en el que parece estar involucrado un jefe de policía. Se lo encarga un hombre importante de Villegas, pero debe ir a Ciudad Valdés, donde desapareció su hijo. El secuestrador es un jefe del hampa, conectado con el policía, por lo que Arrate debe andar con cuidado, ya que no se trata de aficionados del crimen. De pronto, de una manera muy extraña, quien lo contrata le informa que ya ha aparecido el secuestrado; más bien que no fue rapto. Como el caso resulta muy extraño, la policía le pide a Arrate que investigue extraoficialmente. ...

El asesino anuncia, por mail, a varios periódicos, que matará a una persona, cada día, durante 24. Comenzará el primero de marzo, y terminará el 24. Y lo hará a distinta hora, aunque consecutivas, cada día. El primero; a la una de la madrugada del día uno, y terminará el 24, a las doce de la noche. No explica la razón.