Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda Podcast Por Juan David Betancur Fernandez arte de portada

Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

De: Juan David Betancur Fernandez
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Acerca de esta escucha

Este podcast está dedicado a los cuentos, mitos y leyendas del mundo.© 2025 Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda Ciencias Sociales Literatura y Ficción Mundial
Episodios
  • 672. Eos y Titono (Leyenda Grecia)
    Jun 14 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com


    Habia una vez En los albores del mundo, cuando los dioses aún caminaban entre los hombres y el cielo era joven una diosa llamada Eos, que era la diosa del amanecer. Eos Hija de los titanes Hiperión (la luz celestial) y Tea (la visión divina), Eos era una de las deidades más radiantes del panteón griego. Su piel brillaba como el oro pálido del alba, y su cabello fluía como hilos de fuego rosado. Eos era tan bella que Cada mañana, montada en su carro tirado por corceles alados, y abría las puertas del cielo para anunciar la llegada del sol.

    Pero Eos no era solo una diosa de la luz. Era también una criatura de deseo, de anhelos profundos. Había sido maldecida por Afrodita, la diosa del amor, por haber amado al dios Ares. Como castigo, Afrodita la condenó a enamorarse eternamente de mortales, sabiendo que su amor siempre estaría marcado por la tragedia.

    Un día, mientras sobrevolaba las colinas de Frigia, Eos vio a un joven príncipe troyano llamado Titono. Estaba solo, tocando la lira bajo un olivo, y su voz era tan dulce como el canto de las aves al amanecer. Su belleza era serena, sin arrogancia, y su alma parecía brillar con una luz propia.

    Eos descendió del cielo como una brisa perfumada. El aire se volvió cálido, las flores se abrieron a su paso, y el tiempo pareció detenerse. Titono, al verla, cayó de rodillas, no por miedo, sino por asombro ya que nunca había visto un ser más hermonos.. Ella lo tomó de la mano y lo llevó consigo, envuelto en una nube de luz dorada, hasta su palacio en los confines del oriente, donde el día nace.

    El palacio de Eos era una maravilla más allá de la comprensión humana. Sus muros estaban hechos de nubes doradas, sus jardines flotaban sobre lagos de luz líquida, y las estrellas se apagaban suavemente al tocar sus torres. Allí, Eos y Titono vivieron un amor apasionado y tierno. Ella le enseñó los secretos del cielo, le cantó canciones antiguas, y lo colmó de placeres divinos.

    Pero Eos, aunque inmortal, no era ajena al miedo. Cada día que pasaba, veía una arruga más en el rostro de Titono, una cana más en su cabello. El tiempo, que no tocaba a los dioses, sí dejaba su huella en los mortales.

    Desesperada por conservar a su amado, Eos subió al Olimpo y se postró ante Zeus.

    —Padre de los dioses —suplicó—, concédele a Titono la inmortalidad, para que nunca me sea arrebatado por la muerte.

    Zeus, conmovido por su amor, accedió. Pero Eos, en su prisa, olvidó pedir la juventud eterna.

    Al principio, todo parecía perfecto. Pero los años pasaron, y Titono comenzó a envejecer sin cesar. Su cuerpo se encorvó, su voz se volvió temblorosa, sus ojos se nublaron. Eos lo cuidaba con ternura infinita, pero no podía detener la maldición que ella misma había provocado.

    Titono, inmortal pero cada vez más débil, se convirtió en una sombra de lo que fue. Ya no podía hablar, solo emitir un murmullo constante, como el canto de un insecto al atardecer. Eos, rota por el dolor, pidió a los dioses que lo liberaran de su sufrimiento.

    Algunas versiones dicen que lo encerró en una cámara dorada, donde vivía como un susurro. Otras, más simbólicas, cuentan que lo transformó en una cigarra, para que pudiera cantar eternamente bajo el sol, su voz un eco del amor que compartieron.

    Desde entonces, cada amanecer es más que el inicio de un nuevo día. Es el recuerdo de un amor que desafió al tiempo, pero que fue vencido por él. Eos sigue cruzando el cielo cada mañana, su carro iluminando el mundo, mientras el canto de las cigarras acompaña su paso, como un lamento suave y eterno.

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    7 m
  • 671. El anillo de Gyges (Grecia)
    Jun 12 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un pastor humilde que vivía en lidia en lo que hoy es Turquía. Aquel pastor se llamaba Gyges y era reconocido en toda la región como un hombre bueno dedicado únicamente a el cuidado de su rebano de ovejas. Gyges había sido pobre toda su vida pero siempre se decía a si mismo que nada necesitaba más allá de su humilde hogar y las ovejas que el daban la alimentación diaria y la lana para cubrir sus necesitades básicas.

    Pero Gyges estaba a punto de encontrarse consigo mismo sin saberlo. Una mañana cuando el pastor estaba cuidando a las ovejas se empezó a sentir un trepidar de la tierra. Las ovejas se movían asustadas y todos la tierra donde Gyges estaba parado salto. Gyges cayo al suelo y al pararse bien como delante de si había un gran agujero que se había formado justo allí. Con mucho cuidado se acercó y vio que el agujero era muy profundo y que en el fondo de aquella profundidad había algo que brillaba. Curioso decidio adentrarse en aquel agujero atraído por el brillo de aquel objeto que podía ver reflejado por los rayos de sol de aquel medio día. Con dificultad bajo las escarpadas paredes del agujero y al llegar a la base misma encontró algo que le sorprendió. Un enorme caballo de metal brillante se encontraba frente a sus ojos. El caballo era del tamaño de su humilde hogar y en su torso se veía una puerta entreabierta. Con algo de dificultad Gyges subio hasta la puerta y cruzándola vio un ser gigantesco con forma de hombre. El ser estaba muerto, y al examinarlo vio que tenía entre sus manos una anillo de oro.

    Gyges tomo el anillo y lo examino. Era un circulo perfecto, sin ninguna marca y con un brillo espectacular. Sabiendo que nadie había allí simplemente se puso el anillo en uno de sus dedos y salió de allí antes de que aquella gruta se cerrara.

    Al regresar a la superficie Gyges tomo sus pocas pertenencias y arreando las ovejas llego de nuevo a su hogar. Luego partió hacia el pueblo sabiendo que no podría contarle a nadie lo que le había pasado. Allí entro a una taberna y comenzó a departir con sus amigos como usualmente lo hacia. Sin embargo algo sorprendente sucedió. Mientras hablaba movió accidentalmente el anillo haciéndolo girar y de repente noto que sus amigos miraban hacia donde había estado y actuaban como si el no estuviera allí. Se dio cuenta que sus amigos ya no lo veían. Se aparto un poco y moviendo de nuevo el anillo vio como los otros asistentes al bar lo saludaban como si hubiera recién llegado. Se había hecho visible de nuevo. Comprendió lo que había sucedido. Este era un anillo mágico. Si lo movía se hacia invisible y si lo volvía a girar se hacia visible de nuevo.

    Regresando a su humilde hogar se acostó a analizar lo que le había sucedido y como podría servirle aquello que tenía . Su primer instinto era regresar el anillo a la grieta y olvidarse de ello, pero durante la noche su alma fue modificándose mientras pensaba que podía hacer si permanecía invisible. Gyges había sido siempre un hombre honrado y justo, pero ahora sabía que si nadie lo veía podría actuar sin que nadie se diera cuenta y nadie lo podría juzgar. Y en su ser comenzó a crecer un lucha interna entre el bien y el mal.

    Al amanecer ya tenía un plan en su mente. Probaría su invisibilidad en el sitio más resguardado de toda la región. En el palacio del Rey de Lidia. Allí habían cientos de guardias siempre atentos, pero quería probar si bajo el influjo de aquel anillo podría recorrer el palacio sin que nadie lo detectara. Y así se lo propuso y salió temprano rumbo al palacio. Al llegar a la puerta de aquel palacio movió el anillo y caminando entre los guardias de la puerta principal pudo entrar sin ningún problema ya

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    10 m
  • 670. El hombre pez de Lierganes (Leyenda Cantabria)
    Jun 9 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez en la Cantabria de lo que hoy es espana un apacible pueblo llamado Liergarnes, este pueblo enclavado entre las montañas y que es bañado por el río Miera recuerda a que hace muchos siglos , vivía una familia trabajadora. Ellos eran Francisco de la Vega y María de Casar, quienes tenían cuatro hijos a los que estaban criando con todas las normas católicas que el tiempo ofrecia. Uno de los hijos se llamaba Francisco y se dice que era un joven de carácter tranquilo, pero algo distraído, pero sin duda era fuerte y sano. La desgracia llevo a que el padre muriera a temprana edad y así Su madre, al quedar viuda, decidió envia a Francisco a Bilbao para que aprendiera el oficio de carpintero, con la esperanza de que tuviera un futuro mejor Eran los anos de 1674 y en esas épocas ser carpintero era una ocupación noble y muy importante lo que le aseguraba un buen futuro.

    , Resulta que Francisco establecido en Bilbao decidio convocar a algunos amigos para que se fueran a nadar al río Nervión .que cruza la ciudad de Bilbao. En la víspera de San Juan, una noche cargada de simbolismo mágico y supersticiones Con gran arrojo Francisco no lo pensó dos veces y de buenas a primeras se Se lanzó al agua dejando atrás a sus amigos y dicen las crónicas de ese tiempo que sus amigos pese a que esperaron y esperaron en la orilla no vieron salir a su compañero Francisco y ellos aseguraron que el nunca salió de allí. Simplemente desapareció. Todos asumieron que La corriente lo arrastró, y aunque lo buscaron intensamente, no hubo rastro. Se pensó que había muerto ahogado y llegando a lierganes le contaron la mala nueva a su madre que desconsolada, lo lloró como perdido para siempre.

    Pasaron Cinco años y en 1679, comenzaron a circular rumores extraños. En las costas del Canal de la Mancha, en Dinamarca, y finalmente en Cádiz, marineros y pescadores afirmaban haber visto a un ser humanoide nadando con increíble agilidad. Tenía aspecto de hombre, pero su piel parecía cubierta de escamas, y sus movimientos eran más de pez que de persona. Todos en estos lugares pensaron que no eran más que habladurías y cuentos de pescadores que como es sabido les gusta hablar de más y exagerar las historias cuando están tomando en los bares del puerto.

    Pero para sorpresa de todos unos pescadores en Cadiz tirando y recogiendo las redes alcanzaron a ver un ser que realmente tenía forma de hombre pero nadaba como pez, además siempre se escondia detrás de las redes y trataba de liberar a los peces que eran atrapadas .

    Los pescadores de Cadiz cansados de este juego decidieron capturarlo y tirando trozos de pan fueron acercándolo a la embarcación para finalmente tirarle encima las redes de pesca.

    Allí lo atraparon y para su asombro era ciertamente un hombre que poseía escamas y una piel como la de un ser del agua, tenía en sus manos y pies membranas que unian sus dedos y parecía capaz de respiran bajo el agua

    Lo sacaron del agua, lo pusieron en la barca y Lo llevaron al convento de San Francisco, donde los frailes intentaron comunicarse con él. El ser no hablaba, no comía más que pescado crudo, y parecía vivir en un estado de semiinconsciencia. los frailes intentaron arrancarle los espíritus malignos que pudieran estar poseyéndole, pero lo único que consiguieron sacarle fue una palabra tras varios días de intentos : “Liérganes”.

    Nadie en Cádiz conocía ese nombre, pero un hombre de la región de La Montaña (nombre el conocían en aquellas épocas a Cantabria) reconoció el topónimo. Tras llevar noticias al pueblo y preguntar si había tenido lugar alg

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    8 m
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