Los hijos de Coré escribieron este hermoso salmo, que nos habla de la restauración. Es decir, al parecer la nación había experimentado un castigo divino. Y ahora estaban pidiendo que el Señor los restaurara. Sí, Dios ya los había perdonado. Sí, ellos habían sido necios al haberse alejado de Dios. Pero al parecer habían cosas que aún ellos necesitaban para poder alegrarse en Dios. Es posible que todavía faltara reconstruir algo; o que todavía no podían disfrutar de sus propias cosechas. Lo cierto es que el clamor del pueblo era por restauración. Habían aprendido su lección. No se apartarían más de Dios. Pero es interesante que en el versículo 10, los hijos de Coré, inspirados por Dios, presentarán la solución final de Dios ante el problema del pecado: la misericordia y la justicia se encontraron. ¿Dónde se encontraron? En la cruz del calvario. Cuando Jesús murió, Dios estaba siendo justo, al castigar al pecador. Pero Jesús nunca pecó. Él no merecía morir. Pero Él vino a tomar nuestro lugar. Y ahí se manifestó la misericordia divina. Dios sabía que nosotros no podíamos salvarnos a nosotros mismos. Es por eso que nos envió a un Salvador. Alabado sea el Señor por la salvación que nos ofrece por medio de Cristo Jesús. Que el Señor te bendiga.