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Imagina por un momento que eres Marcus Cooper. Un extraño elegante te encuentra en un bar. Estás borracho. Hablas mucho. Sin que te des cuenta, él está aprendiendo sobre ti. Tu deseo de dinero y mujeres. Al final de la noche, te hace una propuesta de un millón de dólares para causar un accidente por conducir ebrio. ¿Te suena loco? Tal vez, tal vez no.

La novela está basada en una historia real, que sucedió en Centroamérica, no estoy seguro si en Honduras o Nicaragua, en los ochentas. A mi me la contaron en los noventas. El real suceso es mucho más simple que el novelado. Sirve de base, de inspiración, y de referente, pero no tiene la complicación que yo he inventado.

Durante siglos, además de preguntarnos sobre la veracidad de una existencia después de ésta, que conocemos bien y no nos satisface, nos ha intrigado la posibilidad de asesinar a alguien y no ser descubiertos; además de, por supuesto, librarnos del castigo. Matar a una persona tiene muchas motivaciones, excusas o razones: que nos hace la vida más miserable de lo que ya es, de por sí y sin su ayuda; puede ser porque necesitamos lo que ésta persona posee, con la justificación que estaría mejor en nuestras manos; o porque estorba, motivo más que suficiente para eliminarla. Los motivos...

La vida de Mara Aguilar se podría resumir en una frase breve y contundente: «Donde pone el ojo, ahí NO es». Y os preguntaréis por qué. Pues veréis, resulta que el primer curro que tuvo como wedding planner parecía ir sobre ruedas hasta que, en la fiesta de la noche anterior a la boda, pilló al novio tirándose a la cuñada. Literal. Como la vida, a veces, tiene un sentido del humor muy retorcido, el mismo día de la ceremonia, Mara lo comentó en voz alta, sin filtros y con el micrófono inalámbrico abierto. Spoiler: Lo escucharon todos. Resultado: Escándalo, drama y Mara ...